El grotesco espectáculo se planeó con antelación al insólito evento farandulero para organizar en primer plano el club de las falsas guacamayas, como segundo eslabón la creación de la propaganda de guacamayos sin huevos y en tercer lugar el gran desfile carnavalesco para competir con el famoso y único carnaval de Rio de Janeiro en Brasil en donde todos los participantes guacamayados llevarían debajo de sus calzones, finas tangas de seda que disimularían a las ancianas y decrepitas moscas que aún tienen y se les ve las antenas. Se les notó el aguijón masculino, aunque no les sirve para modelar músculos, porque no hay comunicación entre los mensajes que llegaban fuera de la atmósfera planetaria donde vivían y la ubicación de la planicie morbocifera donde ponían sus patas.
Ellas mismas orinaban sentadas como en inodoro de tienda de licor
o como en los recaderos dentro de los graneros de grillos gelatinosos de la estepa y de la misma montaña
escondida. Alguna vez quisieron cabalgar como intrépidos jinetes sobre caballos
sin cascos y con menos espalda que los saltamontes y no soportaban sillas doradas sobre lomos
invertidos que poseían. Todas las participantes del panfleto se sentían reinas de belleza con complejos narcisistas, sin embargo,
no tenían finas caderas y más bien eran esqueletos ambulantes que se ofrecían en las calles para
llorar en los funerales de los blancos abejorros cerca del Mar Mediterráneo o en lugares vecinos al Mar del Norte. Varias veces esas mismas habían servido como damas
de compañía de ciertos cucarrones que subían y bajaban de todos los puntos
cardinales al lugar donde se habían incubado o eran obligadas a visitar camas
nauseabundas que se desbaratan con el primer temblor de las placas, por contrabandistas y trata de las famosas blancas mariposas que secuestraban en las riberas de los ríos africanos.
Esas eran conscientes que el insólito carnaval
de Rio de Janeiro llevaba varias décadas en la escena de la historia brasilera suramericana, y que ese no tenía competidores dentro de las artes dramáticas como certamen
fiestero, parrandero y artístico. Pensaron las postizas guacamayas que al hacer público el
asqueroso certamen se enfrentarían al pintoresco evento de Brasil,
originarían más división entre las otras falsas guacamayas del norte y de
aquellas que desde Europa gritaban como lobas asustadas al solicitar ingeniosos y
fantásticos derechos inmerecidos, debutando con las verdaderas y hermosas multicolores guacamayas de la Selva
Amazonas en Sur América, con aquellas que aun el mortal terrícola no se ha
almorzado en África, rivalizarían con otras de aquellos lugares en varios territorios que
conformaban el Mar Caribe o con las guacamayas de las tres Guayanas que aun logran
mantenerse vivas y volando lejos de la moribunda civilización. "Las pobres falsas guacamayas que ni candongas usan, porque ni orejas tienen".
En grupo las perversas tejieron la fanfarria sobre sueños
guajiros que exportaron de la planicie de los grillos blancos extranjeros,
enseñaron a los criollos abejorros el arte de transformar mezclando la hoja alcaloide con químicos para lograr en laboratorios improvisados convertir en
sustancias nocivas para la falsa guacamayada que aun sobrevive sobre las
praderas y que lucen faldas de colorines semejantes a remiendos de hechiceros del otrora sanedrín en las orgias rezanderas que la historia aun conoce. Las dos especies
guacamayadas entre la realidad, fanfarroneo y ficción, se enfrentaron con los
cuervos provenientes del este norteño que arribaron meses atrás a la zona para
diseñar estrategias de la propaganda sin curvas amuralladas y con el deseo de
aumentar el dinero en los bancos de sus cuentas corrientes, buscaron a otros
desocupados estafadores que se creían periodistas para mostrarlos de frente con
las verdaderas guacamayas selváticas que con heroísmo y valentía, habían
sobresalido sin extinguirse de la tala de los bosques, por culpa de cuervos que
usurparon y saquearon 200 años atrás, las delicias producidas por la tierra
mágica y desde el suelo productivo como encanto de dioses. Las verdaderas usaron sus hábitos
animalescos para que los aparecidos voladores no se robaran huevos, nidos,
chamizos de la construcción como dormitorios y evitaron en lo posible que no
cometieran pedofilia y pederastia con sus críos y crías que ya estaban
tratando de volar con curvas mecedoras en esa temporada por las praderas y estepas de la jungla que sin
malicia espontáneamente aparecían entre los pervertidos turistas que arribaban sin contratiempo con
utensilios semi ovalados de plástico y con aroma artificial imitando al de la fresa, guayaba o mango.
Los más valientes adolescentes guacamayos verdaderos entre sus
crías habían atravesado la frontera publicitada, iban buscando sueños
inventados por los explotadores de sirvientes, esos corrían peligro con aquellos
que se quedaban fuera de las fronteras. Los más hermosos animalitos con cadera sobresaliente eran devorados por familias lascivas que en grupo llegaban y que provenían de los desiertos del norte y oriente. Las verdaderas
guacamayas eran conocedoras que por la hermosura de sus alas sobresalían entre
otras especies, estas estaban seguras de que su situación y colorido natural
las ponía en peligro de ser esclavizadas igual o peor a la prostitución generada por las avispas blancas,
por coyotes de dos patas que lograban introducirlas ilegalmente a territorios discriminativos y las sometían en los caminos a vejámenes, mermando como en vía de
extinción aun con violaciones y tocaderas silenciosas que hacían extasiar las comederas. Las injusticias
cometidas por cavernícolas depredadores, hizo su propio agosto con la cantidad
de crías en aumento que nacieron sin progenitor, disminuyendo de paso la vida de
varias especies, destruyendo a otras familias humanas y animalescas, por la
ambición de apoderarse de recursos, privilegios y oportunidades que deberían
ser de todos.
Llegaron nuevas artimañas a la civilización desmoronada y fueron muy parecidas las argucias a
las usadas por las monarquías animalescas que en el pasado invadieron
territorios vírgenes y esas robaron hasta la dignidad del color de las alas aun de insectos y cucarrones marrones de la tierra color bermejo. La comisión fiestera guacamayada con genética invasora envió
recolectores de estiércol de guacamayos a la tierra viviente en la Selva
Amazonas, al mismo lugar donde se ubicaban las reales guacamayas creadas, allí estaba
el recurso para confeccionar ciertos trajes que lucirían en el drama de los
remiendos grasoso sin lucidez ni moda, pero nada igual o semejante con la
ópera de los murciélagos, con las zarzuelas de los vampiros del oriente, norte,
sur y occidente. Esos no insertaron el aguijón emocionante porque hasta el
apellido materno se había quedado sin el órgano preferido que multiplicaba la
vida y el mismo que teje historias en la recreación de gallos, gallinas, ratas, virus
y cucarachas. Durante tres meses recogieron abundante estiércol de guacamayo que se iban introduciendo en costales y sacos malolientes sobrantes en las
anteriores cosechas entre cultivos que llenaban las barrigas de cabras,
mulas y burros que se apostaban al lado de la montaña y muy cerca a los hongos alucinógenos que crecian sin control en cualquier parte como plaga.
Como los recolectores de la mierdolaga guacamayada
no eran expertos en naturalia, equivocadamente mezclaron otros desechos
intestinados mezclándolo como la caca de loros, pericos, cotorras, mirlas, chimpancés,
guacharacas, gallinas y gallos silvestres del sur. 3000 bultos de estiércol lograron llenar y fueron transportados en gigantes barcos alquilados a los lobos y zorros
gobernantes vía marítima. Estas embarcaciones atravesaron las aguas del Mar
Caribe, viajaron largas distancias para lograr llegar al puerto del retazo y de las
viandas blanquecinas. Algunos llevaban obreros ilegales escondidos en sus bodegas y para evitar pagar el
trabajo con salarios justos, los obligaba a devolver el favor del escondite que no tuvo nombre en la travesía. No hubo
necesidad de un contrato escrito porque los abogados estaban en la cárcel por corruptos
y estafadores, los marinos cucarachos que conducían las naves también de vez en cuando se desayunaban o almorzaban tanto a las hembras como a los machos, y los capitanes de los vehículos sobre los mares se los comían como cena nocturna seleccionando a quienes tenían mejor cola o cadera.
Sobre la terraza del puerto fueron descargados los
costales por los intrépidos obreros mal remunerados que desconocían el
contenido de cada saco con materia estiercolada, luego cada costal fue llevado
a una bodega para almacenarlos donde agujas de artistas amanerados con
huevos de saltamontes, empezaban a plasmar los trajes que luciría la jauría
haragana el día de la inauguración del nuevo club falso guacamayado. La organización del certamen los condujo al
territorio infernal de grillos y goleros de la selva escarlata o los llevo a
ciudades de cemento y hormigón como nenas de cabaré. De seguro fueron a tabernas, antros, cantinas,
desfiles, pantomimas, títeres, comedias y hasta a burdeles de mala muerte o a
salones donde lo íntimo se hace libre con picardía. Se enteraron de que el recato se pierde con lociones y
harinas que hacen desquiciar al más sabio de los perros o a quienes se creen tigres, hienas o leones sin tener mandíbula o barba callejera. El artista autor del prosopopeyo estiercolado creyó
hacerse millonario, pensó que confeccionaría con astucia otros trajes y faldas
estiercoladas para otros comensales que también estaban en la lista de los
desocupados que usaban como costumbre la mentira y trampa para exprimir la
sangre a quienes como animales incautos trabajaban y producían, y con engaños y
argucias de los grillos insulares del otro norte como isla varios cayeron en la jugada estafada.
De pronto arribo el mediocre artista el día 1 de
marzo (año 2003), a la urbe contaminada de estiércol guacamayado conocida como Ciudad Yankee, Estado Nueva Hambre, Gringolandia y allí fue recibido por los comités guacamayados que se contorneaban como vedetes de salacunas. El hábil supuesto creativo animalito les diseñaría y confeccionaría
los trajes a las vedetes guacamayas sin cola, haría cada cachivache para la gran
comilona, con el estiércol selvático y la mierda mezclada, y lograría dejar la fiesta de los ilusos
comediantes de tragedias imaginadas como si cumpliera una tarea quijotesca y ni siquiera llegaba su talento para freír un huevo en la cocina de las brujas de la coca. Este vivaracho fue traído en Jet Express de
la Isla de Britania con todos los gastos pagos, él también llego con un joven atlético guacamayo
inmigrante de alas postizas de piel color canela, pero sin motivos guacamayados y parecia un corcel macho de esos que abundan en los potreros texanos de la disputa. Los organizadores le
entregaron el proyecto contrato con las ideas que debía diseñar y confeccionar,
y así le enumeraron:
Usted y su equipo debe diseñar y confeccionar, 4 Mitras alargadas guacamayadas con buena punta, 4 capas imperiales
guacamayadas con retazos de alas de mariposa en la espalda, 4 sombreros festivos redondos guacamayados imitando al circo romano, 1 alfombra color rojo
carmesí con motivos guacamayados en el centro para colocaría sobre el altar de la
francachela, 1 alfombra rosada con aires guacamayados a los lados para instalarla en la pasarela de la
procesión y modelaje, 30 cortinas de seda y nácar guacamayadas de color
transparente y granate para los muros improvisados, 300 manteles bordados para las mesas de los invitados con
figuras de hermosos y atléticos jóvenes guacamayos, 500 servilletas de satín color semi
purpura con siluetas de esbeltos jóvenes amanerados guacamayos, decoración de 2 mil copas
de vidrio con esfinges de machos musculosos guacamayos, 500 tarjetas de invitación en
papel celofán cartulina de varios colores con alegorías de duendecillos varones
guacamayos y doncellas guacamayas por si las moscas, y otras prendas íntimas que en privado le dirían y que se pondría los integrantes del club guacamayesco en la
primera madrugada post evento.
Se le recomendó al farsante artista de medio pelo no dejar por fuera de sus diseños y
pinturas, las figuras de los hermosos pericos australianos ni a los tigres de Bengala de
África, Indonesia y Filipinas. Debía recordar el mediocre extremadamente costoso, que cada día de la confección debía pensar en las
curvas de los bellos osos panda, sería necesaria agregar a la pantomima, carrusel y fiestón, la malicia morbosa de los invasores a tierra indígena, para deleitar el paladar de los participantes, el gusto apetito de los chulos de oriente y las exigencias de los cuervos de Britania, que también estarían en la reunión guacamayada y que serían los patrocinadores de las acciones de este singular club falso guacamayesco del futuro y que se aprovecharían del gusto de los desviados conejos citadinos blancuzcos para aumentar fortuna y suerte. No querían nada que imitara la piel de color negro, ni rasgos orientales y menos asiáticos, porque se les lesionaría la fiesta guacamayada.
El artista estiercolado engañó a cada cliente
interesado en sus trajes, el nuevo rol estiercolado lesiono el contrato entre el principiante infernal y los comensales del pasquín, como rebusque de baratija, muñeco estafador o falso
comerciante sobre aquellos que usaron la falsa moda para pervertir las sanas
costumbres de los verdaderos guacamayos de la jungla o para desviar la calidad que antes contenían los excelentes
productos en el mercado y aun en la confecciones que se hacían a la perfección para
no estafar la voluntad de los solteros ruiseñores, destruir la castidad y pureza de
arrendajos y turpiales que abundaban en la selva virgen casi arenosa por la desforestación. Sobre
un largo lienzo extraído y llevado a otro sastre, tejido con fibra de costales de fique, fueron uniendo cada gramo del
material transportado, con otros sobrantes que estuvieron almacenados en los
sacos de tela de panela criolla en gigantes bodegas con productos de contrabando o comercio de sustancias ilícitas o en donde se guardaba la semilla de la bebida
que hizo otra estafa en el pasado.
Las cuerdas fueron distribuidas quedando extendidas en forma tejida como
tela mágica de brujos sobre el césped a orillas de montaña hechizada, con brochas de
mimbre y espátulas de aluminio fueron anexando el fresco y putrefacto
estiércol guacamayado sobre la superficie confeccionando una extensa tela que brillaba con
falsedad, pero muy parecida a estampas o bordados que usaron otros
estafadores en mansiones, palacios o castillos del ayer en donde muerte, reliquias, matachos, esfinges, violaciones y secuestro, siguen como historia con hechos macabros que se repiten hoy como si fuera ayer en donde aprovechaban las propiedades del asesinado para robarlas.
El artista de pacotilla dejo secar su
creación sospechosa por varios días debajo de los rayos del sol al final de esa primavera
y comienzos de verano. De vez en cuando rociaba agua sobre el experimento para
comprobar cada 24 horas que se estaba madurando y endureciendo la tragedia
sobre la tela fosforescente sofisticada que serviría de disimulo al mierdero que ya se estaba cocinando como burdel de pobre embrutecido. El confeccionista mezclo pegante
extraído del almidón de yuca de Brasil, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, para que se adhiriera
como costura perfecta de monstruos que se apoderan de la fiesta y de la sábana que sirve de estera a quienes tejen muecas de amor en la subasta de necios e ineptos. La
sastrería guacamayada luciría gustosa al apetito de cucarachos, ratas,
garrapatas, moscos de las estepas, grillos, niguas, chinches, pulgas, moscas grises,
avispas, saltamontes, ranas, renacuajos, niguas y comejenes invitados a la parranda no
santa.
Cada falsa guacamaya creía que lo degustaría como sopa de tornillo el día prometido que como algarabía esperaban ansiosos el nuevo carnaval de ciruelas, tomates y pasas. Estuvieron seguros que allí gozarían entre bailes, sancocho de borracho o
chicha masticada por las tribus aborígenes amerindias, esos irripios holgazanes y harían saber que ellos
considerarían un día histórico maldito para la raza que caminaba desde antes
del diluvio universal al abismo de los lagartos que aún viven en los acantilados de las
cuevas, y esas miran al precipicio infernal de la galaxia cobradora de desmanes y de dichos injustos en donde residen los goleros, cafres y sus críos.
Una semana después del estiércol secado, regó sobre el lienzo estiercolado estirado con broches de palo de palmera de coco, lociones y aceites extraídos de pétalos de rosas y claveles provenientes de Centro América, Jamaica, Islas Vírgenes, Trinidad y Tobago, y Las Granadinas. Para disimular el olor estiercolado nauseabundo propio de la descomposición natural de la mierda, sobre los bordes dejo caer pedazos de alas de mariposas disecadas también en descomposición para que fuera lo más parecido a un circo ambulante sin música, y los payasos lograrían llegar también al fiesto guacamayado sin tener que pagar peaje a los grillos de las autopistas que habían hecho empresas y riquezas explotando y estafando a las indefensas patas que los alimentaban con sus huevos que deleitaban con morbosidad y picardía, porque les hacía recordar la odisea de Alejandro Magno que saboreo la mierda junto a dioses del olimpo donde arrodillado ponía sus labios y recordaba la narración de Homero y las hazanas del Rey Tigre sabanero.
El supuesto innovador coloco esqueletos de gusanos sobre las esquinas de la tela, imitando cruces y campanarios para hacer aparecer columnas de poder semejante al falso gobierno de las fábricas modernas de monseñores, simplemente con astucia ubico moscas disecadas que relucían como si el otrora imperio hubiera resucitado entre los muertos o como si nuevas galaxias esmaltadas arribaran a la tierra de los cavernícolas mortales y de paso seguir en el engaño que hace la farsa de los desocupados delincuentes que consiguen sus presas en las cantinas del derroche con los usurpado a los trabajadores cucarrones verdes. Esos mismos siguen usando la estrategia de la guerra para hacer creer con mentiras y rezos ensotanados que el estiércol es medicinal o simplemente que se puede negociar la mierda para aumentar la riqueza y seguir en las ambiciones lisonjeras.
Varios cómplices de la farsa encadenada no
quieren perder el horizonte millonario que los equivocados ratones obtienen sin hacer esfuerzo como zánganos de la colmena que usurpan las ratas
astutas para no fabricar sus propios nidos y usar los huecos existentes entre los
arbustos y matas que aun cerca al suelo subsisten cerca de ríos y ciénegas. Algunos del mismo club hicieron creer que el estiércol
era comestible, que se podía vender al mejor postor entre las mafias que se
disputan lugares que pertenecen a las hermosas guacamayas que revolotean
solamente por aquellos territorios en donde aún no ha ingresado lo putrefacto
del astuto caimán de la estepa, del miserable cocodrilo del pantano o en la zona de las iguanas inocentes que también se hacen comida a la garganta de los apestosos goleros en crecimiento como crios.
Se completó la faena de la confección después de
tres meses de intenso trabajo entre modistos mediocres y sastres ineptos y con restos de
plumas de pájaros de mal agüero disecados en la subasta de los rufianes, anexaron nuevos motivos guacamayados, luego
se le siguió agregando dibujos en triángulos geométricos para que la nueva confección imitaran a los
armarios donde se guardaron por varios siglos los remiendos de sus ancestros
iguales o peores a los nuevos artistas de la molienda desenfrenada. Hubo deseos de creer que
todo era arte, creación e innovación, esos hicieron bordados con lentejuelas
plateadas y canutillos dorados que se colocaron finamente sobre los
destartalados trajes. Para disimular la procedencia del material y el olor que
se impregna después de salir el sol cada día, acomodaron ungüentos y cremas
extraídas de los tallos gruesos de eucaliptos y cedros que aun sobreviven en la
barbarie talada como sopa radioactiva sin casta entre arbustos que tejen sonrisas amorosas para los falsos de la tarima del rebusque.
Otros mortales inexpertos que se enteraron de la
noticia por accidente dijeron que ellos eran también artistas diseñadores,
estos llegaron a la promoción, lograron agarrar algo en efectivo de la misma
inversión, recrearon con artimañas hasta lo imposible para que los trajes y sus
payasadas quedaran casi a la perfección para la pasarela que el público
disfrutaría al ver la irrisoria parranda como rito, culto, evento y ceremonia.
Creían que la fiesta del mediocre derroche los llevaría al camino perfecto para
llegar al infierno de los mirlos sin tener que pagar peaje usurero que cometen
las autopistas terrícolas cuando de riqueza se trata dentro del otro robo de
las leyes emanadas y escritas concejales, diputados, asambleístas, políticos y hasta
gobernantes, que obligan a pagar con dinero o en especie, sumas suntuosas de
estafa, si ellos no cancelan a tiempo la estafa de la risa usan a sus militares,
policías y guardaespaldas, para golpear o matar a quien no obedezca la injusta ley en territorio de rio revuelto o en la retaguardia de pasiones que hacen
vomitar aun a quienes sobrios ven pasar el espectáculo guacamayado en varios
estrados dentro del sistema gobernante o dentro del régimen de muerte impuesto por la
estrategia de la competencia que ellos mismos han orquestado por fuera de sus
amigos, lejos de las fronteras y participan de orgias y bacanales
junto a la diosa de la comedia animalesca de la vida inventada.
La prensa derechista y la misma izquierdista hicieron el montaje de la publicidad guacamayada para agarrar a otros tontos que también sueltan el billullo en la propaganda y asisten a esas fiestas para afirmar que pertenecen a las mejores familias, que están en altos estratos sociales, que vienen de sangre de ángeles, querubines, serafines y de otros dioses inventados por los estafadores y mentirosos entre los filósofos de Grecia. La verdad nunca la dicen a la luz del día, porque ellos saben con seguridad que su ancestro y genética proviene de demonios, dragones, alcantarillas y monstruos.
Una vez la algarabía alcanza el clímax para ellos según sus normas, el final es feliz y esculpen con semilla muerta estatuas sagradas, los mismos hacen de la parranda un evento inimaginable que se recordara como la masacre del arte y de la norma, y es acompañada de alcohol, comida, vino, baile, sexo, y de lo otro que sucede en las francachelas con las mejores compañías, con sus especies alcalinizadas y blanquecinas, con la caída de calzones, pantalones y calzoncillos, aun en la retaguardia de los bohemios o de machos abejorros que se esconden debajo de las escaleras de las raíces.
Todo
estaría listo como a intemperie de feria o montaje innovador de subasta para el
debut de los vagos que hacen creer a los incautos que ellos tienen poder para
transformar hasta la materia y el mismo estiércol, porque creen hacer parte de
alquimistas magos de siempre, que su sangre está protegida por la genética
procedente de Merlín y Rasputín, del dios Hades del inframundo y de la diosa
Ates de la fatalidad, son capaces de transformar la mierda en oro, plata o
convierten el estiércol en una piedra preciosa para que otros luzcan su propio
narcicismo en los espejos de la aguas contaminadas de molienda de radiación y
muerte azufrada.
El creativo expuso los trajes de la exhibición sobre la moribunda mesa de los caprichos con sus protagonistas y compinches, los visitantes primíparos de la exposición artística debían conocer todo eso que se puede hacer con la mierda de los hermosos animalitos que vuelan sobre la selva encantada, que no tuercen ni contornean su cuerpo, porque permanecen esbeltos por naturaleza, sin innovación en la retirada de arrugas y años viejos donde se caen hasta los dientes y muelas, aun así los decrépitos buscan pasto tierno porque tienen la costumbre de llorar sobre árboles adolescentes sin intelecto ni curvas frescas.
El día estuvo acompañado de fotógrafos que se
contrataron para dar el visto bueno a los trajes guacamayados con sus diseños
de finos y variados colores que empezaron a salir en la prensa amarillista y
mentirosa con la figura de especies diversas, en donde el género de los
guacamayos debía transformarse en pantomima para ingresar en la moda aparecida
sin tocar la cola de la real guacamaya, porque se debe prohibir hábitos anteriores
que se practicaron por varios siglos en las colmenas de los abuelos guacamayos
o de las abuelas moscas encantadas, esas nunca se imaginaron que sus nietos y
biznietos, usarían la mierda para envolver ventanas, puertas y usarían sus
bocas para toman el espeso veneno como si fuera chicha o guarapo de las
meriendas.
Todos los invitados traerían a la fiesta
guacamayada nuevos inventos con derechos comerciales, notariales y sociales,
aparecieron organizaciones guacamayados tanto en sus provincias como en otros
lugares para la estafa. Estos diseñaron planes para recoger dinero en rio
revuelto con mañas y caprichos de otros vagos que llegaron como oportunistas
para recrear con libros y discursos las otras estafas que se hacen entre
ideologías que se enfrentan a realidades sanas y naturales de la misma selva o
sobre los montes entre las cuevas de murciélagos o en los escondites de las
hermosas lagartijas que se esconden para que no les cambien la costumbre. Otros insectos ingresaron usando el trueque y el fanfarroneo de baratijas que la mente
mortal teje cuando falla el coeficiente intelectual o simplemente cuando no hay sesos dentro del cerebro para
profundizar el pensamiento con nuevas iniciativas o plasmar proyectos que
avivan la producción y el mismo sano esparcimiento tan merecido aun para
quienes como invisibles sufren el atropello de asnos y del mismo ocaso en las noches invisibles de los perezosos.
Y cuando la propaganda estuvo caliente, aparecieron vivarachos que inventaron canciones y
emociones para comprometer el corazón animalesco de los rufianes del cementerio
y de aquellas gacelas nocturnas clonadas como gatos. Los invisibles animalitos tuvieron que sufrir el látigo de los injustos coyotes, de otros estafadores que
venden como matachos o estatuas, bultos, imágenes o esfinges, para que los tontos
se arrodillen y depositen dentro de estas monedas y billetes producto del sudor y el
trabajo de los excelsos hormiguitos, en el mismo carnaval de la contienda y dentro del
paquete estiercolado que entrega la vida o la muerte en aquellos lugares
mundanos en descomposición. Hay otros que hacen creer que son santitos, que hacen milagros y es allí
en donde tocan las curvas a los transeúntes doncellos y doncellas para que no
derramen lágrimas de cocodrilo o leche de bisonte sobre labios. Esos afirman
que el toque no envejece, pero que sí endulza el paladar del pervertido gusano que
se arrodilla alistando sus orificios para completar su propia faena con su jeta
en la fiesta colorante entre la barbarie y el disimulo putrefacto de la
inmundicia.
El tal innovador británico trabajo meneando su cadera de lado a lado varios días en la bodega de los recuerdos, con luz artificial debajo de una lampara de murano, corto moldes y cartulinas, tomo medidas e hizo planes de la nueva moda en su cabeza, planeo cómo confeccionaría la mentira bien orquestada por los cuervos que pagaban la hazaña con el dinero de las ofrendas y del diezmo que robaban a los creyentes que siempre creyeron que eran representantes del dios de la lluvia, del viento o del trueno, comió gratis pastel de manzana preparado por Doña Segismunda de Orto, bajo la complicidad del fraude y el derroche para el citado día del festucho que aun los lagartos más del sur disfrutarían. Logro el pelafustán hacer plasmar las recomendaciones de sus amos, poco a poco fue avanzando hasta que llego el día esperado por los organizadores de la francachela para la molienda de los vagos y todos al ver la maravillosa costura insípida de la ocasión almidonada dieron el visto bueno a cada remiendo guacamayado de las improvisadas innovaciones y a las mismas prendas de tela que el invitado extranjero había presentado como confección guacamayada perfecta.
De vez en cuando el feo narcisista blanco llamaba por un teléfono moderno también producto de la injusticia del cobro mensual aprovechado para estafar con ilusiones perdidas las imágenes que los tontos quieren ver en la pantalla chica de los desocupados vampiros citadinos y pueblerinos, marcando contantemente números digitales a las Repúblicas de Colombia y a la República Bolivariana de Venezuela, para solicitar asesoría a la misma innovación. Él estaba muy seguro que en esos dos países suramericanos hay expertos fanfarrones conocidos como malandros de la cuchilla quirúrgica en fabricar reinas de belleza remendonas y provocativas para el negocio pasaril, en poner nalgas postizas, tetas de silicona, cintura de avispas culonas, piernas lijadas sin venas sobresalientes como fideos, nariz aguileñas respingadas, tetas gigantes de vaca parda en feria, tetas redondas como toronjas de plaza de mercado de las pulgas, tetas largas como plátanos de clima templado del Brasil y Republica Dominicana, caderas finas de cabra montañera de los farallones, muslos contorneados de perra pastora alemán cruzada o muslos de perro de cacería de los de Don Abundio del Tamo, y un sin número de remiendos postizos agregados al cuerpo que ayudarían al artista extranjero a confeccionar los mejores trajes para el club de las falsas guacamayas y para seguir el negocio de la usura aún mas allá de las fronteras del continente invadido por la plaga del norte desde 1942.
El
innovador nunca informó a sus jefes de las conexiones que tenía con el lado sur del
continente atropellado porque él era consciente que sus jefes sembraban discriminación y racismo a los verdaderos propietarios del suelo que aun desconocía, ellos lo contrataron porque éste culebrero tenía fama de influencer en las nuevas redes sociales y simplemente
afirmaba que su mente era muy creativa, que un ser superior lo había regalado el don del drama, lo había dotado de
talento y habilidad no solo para el arte sino para cambiar vestidos y
trajes de antaño en nuevos diseños que se harían moda en las tierras de los
incautos y en las mismas cavernas de ciudades y pueblos de los vanidosos zorros
que caminaban en las noches a ver que puerta estaba sin seguro con calzones y tangas de seda también remendonas entre los acantilados de los altos muros de antros de muerte.
El astuto isleño engendrado por el gallo de Jaramillo también engaño a las falsas guacamayas con lujo de detalles como si fuera una reencarnación paisa de la región antioqueña farandulera de las camisas negras y blancas, les confirmo que él era experto en cosmetología y belleza animalesca, que su
experiencia le daba autoridad para recomendar algunos trucos aparentando juventud y lozanía eterna sobre la piel y ante todo sobre el rostro para quienes
desfilarían en el carnaval bullicioso de los costales estiercolados, para hembras y machos que ya pasaban de 40, 50 y 60 aniversarios o abriles para no perder la costumbre histórica de los mimos.
Entonces contactó a otros estafadores que volaban con alas prestadas a los chulos de Francia y España, donde esos afirmaban que eran
expertos para diseñar otros espectáculos de lociones, perfumes y cremas, y que
sabían cómo disimular las arrugas, rejuvenecer los vejestorios andamios de piel, destruir las
celulitis y estrías.
Les cobro además otro tanto en libras esterlinas o en dinero gringolando por darles frases o palabras robadas a los escritores surrealistas, que sostenían alientos medicinales y que había aprendido en su vagancia callejera adolescente en las calles del muestreo prostituto de la oferta y demanda. Dijo que él estaba dispuesto a retirar las neoplasias como papilomas cutáneos, verrugas, parches marrones ásperos (queratosis seborreica), y otras manchas. Que como estas deficiencias son más comunes en los aminales mayores que pasan sus 40 diciembres, los haría ver siempre de 20 y así lograrían visitar las playas que ofrecen muchachos o muchachas para complacer a los ancianos sancudos que las visitan o hacer vibrar las arrugas de las viejas cucarachas que pagan billetes verdes sonados para un mosco joven les inyecte el paludismo o la fiebre amarilla. Él les diría como retirar las machas rosadas (queratosis actínica), y que les ensenaría además les daría fórmulas mágicas de minerales seleccionados y extraídas de libros desconocidos, pero que el poseía porque las había heredado de las garzas del pantano y bien aplicadas evitarían que esas manchas les produzca cáncer en sus tejidos y piel.
Las prendas y las enseñanzas antes del desfile pasarela y debut estaban listas para cumplir y complacer a las haraganas falsas guacamayas que soltaron el dinero de la inversión y que eran monedan legales del banco de la ofrenda de los zorrillos de color amarillezco combinado con blanco. En la misma farsa aun ellas también fueron estafadas por el artista creativo de tangas de seda con olor a canela incrustado. Todo sucedió a la medida de lo esperado, no hubo critica porque también usaron sus propios armarios y espejos para medir el cuerpo de las reinas evaporadas con sus vestidos y confecciones fabricadas, los mismos servirían para la historia rosada o purpura que tejen espíritus de otros mundos o entidades subterráneas aun de alcantarillas y precipicios.
En octubre 20, 2003, las prendas y consejos
se expusieron a la intemperie de los borrachos junto a un brindis con vinos y
champañas traídas de Alemania, España, Italia, Holanda y Portugal. Los
organizadores no autorizaron poner sobre las mesas licores del sur del
continente de la fiesta porque se debían exponer sólo licores europeos, australianos o ingleses, porque según ellos de allí vienen las mejores familias con sus apellidos alquimistas expertos en robos y artimañas ancestrales. Fue en
esos pueblos y naciones dijo, en donde se inventó en el pasado la inquisición fusiladora de la vida como manjar para calmar el pecado y como herramienta para someter con discursos
y oraciones guacamayadas a santos ratoncitos que escasamente se robaban el
queso que los animales mayores dejaban caer debajo de sus mesas o que añejados
lograban envejecer o podrir en sus alacenas de alimentos y estos los tomaban de vez en cuando en las madrugadas.
Todos los invitados quedaron admirados de los
nuevos trajes y de cada cachivache como invento e ingenio. Ellos se alistaron
para la muerte de sus propios fantasmas y vampiros que chupaban la sangre con
el despertar en las madrugadas o en el día porque eran dormilones, usaron
estrategias malévolas para envolver las conciencias a las pequeñas e indefensas
hormigas que trabajaban sin descansar y que no alcanzaban a cobrar el sueldo
porque eran fumigadas con la radiación que producían los aparatos que disparan
los militares y policías, y que al usarse para la guerra eran responsables del
exterminio de las gigantes cucarachas alargadas y monas del Polo Sur, que bajaban
y visitaban a sus vecinos para que eligieran dementes como mandatarios para que mejor los gobiernen como casta, que como vagos e improductivos no gustan de las falsas guacamayas,
pero por miedo a perder el equilibrio orquestado como sangre real en las
colmenas de la escuelita de Doña Rita, del Instituto de Don Leopoldo del Corral
o de la Universidad de Doña Carmela Cabeza de Vaca, bailan con el son cubano
para hacer creer que también tienen panza o se mueven con el reguetón y
lograr mostrar sus irrisorias nalgas imitando a las otras ratas que también visitan Cali y para sentir entre sus ambiciones lisonjeras que es allí en donde nunca habrán lomas.
También se anexo algo de fobia sobre la guachafita
remendona, así los unos no gustan de los otros y otros no gustan de los unos. Esos detestan a otros
animalitos porque los culpan de tener largas y gruesas antenas cabezonas que poseen también los
murciélagos, Dijeron que esos hacían su agosto mezquino cuando de montar el sexo contrario o de las crías que con disimulo tratan. Varios de los concubinos participantes de la alcachofa sintieron envidia de las grandes crestas de los gallos de
oriente y del sur porque esos no pagan la cabalgata y sus hembras no protestan la incomodidad del toque toca. En cada uno de los
territorios donde viven ciertos marginados animalitos por sus encantos y es allí donde los envidiosos nunca
llegan, porque esos como no prefieren armarios sino camas o chamiceras entre su
vegetación selvática para los amoríos y apretones, y nunca se encierran ni se
disfrazan, entonces creen que es mejor guardar distancia pandémica de ciertos bichos que aún no son populares en la subasta carnavalesca.
Y llego el día de la algarabía, francachela,
comilona y fiesta, sobre una pista de hockey sobre hielo, en la Ciudad Yankee, Estado Nueva Hambre, Gringolandia, el día 2 de noviembre, año 2003, las
turbas y pandillas de animalitos llegaron al espectáculo para presenciar el
escenario del drama montado, traían algunos de los invitados paraguas porque la
lluvia amagaba con caer durante el día y ráfagas de viento anunciaban que
posiblemente arribarían tornados desde el suelo hasta el firmamento de los
desocupados vampiros que se reunían para improvisar la nueva corriente global del género maquiavélico orquestado por el grupo de ratones que se educaron en la universidad de la taberna y la discoteca encantada y cuyos propietarios eran los abejorros blancos que usaban sotanas babilónicas infernales color rojo escarlata y que abren las puertas del infierno donde viven los compinches de los sapos gigantes escurridizos. La procesión guacamayada empezó 15 minutos tarde y después de la hora
anunciada como inglesa. Las tres vedetes más importantes como putas de cabaré estuvieron en
fila india sin joroba momentánea como esperando clientes o como caravanas de diablillos que se
alistan para saludar a los duendes que bajan de la montaña al pozo de los
sátrapas del vicio y en donde la lengua de los cocodrilos ancianos lame el fruto que produce vomito a los caimanes.
La vedete escogida para arrodillarse como doncella
casada guacamayada y separad oficialmente de su primer cónyuge ya estaba divorciada y tenía crías, se vio sonriente maliciosamente con dentadura
postiza en la misma fila de otros holgazanes animalitos que participaban de la comedia rezandera al dios de los verdugos, levanto sus brazos y manos tratando de saludar con
cruces endiabladas a todos los mirones y chismosos que sonreían con ademanes de
hechiceros, esos debajo de sus ropas también la seda estaba agarrada a las
delicadas pieles arrugadas que rozaban con sus trapos no almidonados. Allí sobre la pasarela estaba cubriendo sobre los cuerpos de las falsas guacamayas los trajes que confecciono el
mediocre creativo, debajo de las cortinas y a la vista de los invitados hubo risas que se
escondían de otras miradas picarescas y burlas de transeúntes que por accidente se habían
entrado a escampar de la lluvia bajo el techo de los actores amanerados, esos eran testigos oculares de la falsa
guacamayada ensortijada. Los moribundos cuerpos siguieron desfilando en la procesión endiablada con decorados de estiércol guacamayado y mierda de otras especies animalescas acrisoladas que se habían mezclado por equivocación de sus recolectores.
El ritual se extendió por dos horas como en los
debates de políticos de turno, los invitados movían varias banderas también
confeccionadas con estiércol guacamayado. Algunos de esos símbolos usaron
mierda de gato y loro en su confección para darle un colorido más lúgubre e infernal para tratar de lograr otro tipo de espectáculo que se junta con el ruido que producen los
rayos y centellas que provienen de las nubes cuando se estrellan en la producción de la lluvia, aunque algunos producen miedo al desparpajo o a quien de alguna
manera tiene una deuda pendiente con la naturaleza o con los seres vivos animalescos de su
entorno. No se invitaron a la fiesta a las guacamayas del otro bando ni a los
guacamayos encantados reproductores porque esos también tenían su propia fobia
que la mezclaban con muros y candados, para disimular la doble vida se arropaban o
cubrían con aguas aromáticas que provenían de África o de países de América
Latina y del Mar Caribe. En la fiesta muchos de los invitados hubieran
preferido haber encontrado verdaderas guacamayas y otros añoraban ver a esos
que de otras razas desprecian por el color de sus alas o por la estirpe de su procedencia, sin embargo, las falsas guacamayas prefirieron más a los
murciélagos, porque esos dejan que utilicen usurpando sus antenas para hacer de las suyas e
imitar al gallo rojizo que no paga la fiesta de la francachela o la comilona en la
subasta de la intrépida montada de la mañanera.
Los organizadores desearon que las verdaderas
guacamayas de la Selva Amazónica hicieran presencia en la inauguración de la nueva familia falsa guacamayada, pero fue imposible trasladar de sur a norte o de oriente a
occidente, a los reales y hermosos guacamayos, a las esbeltas guacamayas a la fiesta
de la molienda y contienda disfrazada. También debían hacer trámites para las visas de entrada como turistas a cada guacamayo extranjero sin la retirada. El gobierno contaminado de estiércol guacamayado no entregaría las visas
de frontera a tanta guacamaya selvática foránea y si lograban organizar caravanas migrantes en grupo, llamarían urgentemente al loro que gobernada la extensa geografía de la bota texana para que instalara alambres con púas o bolas infladas con aire de la hacienda del lobo Bush o de la ferretería del tigre Trump. Entonces se ingeniaron realizar la
inauguración con otros hermosos animalitos que estaban cerca y dentro del mismo
territorio escarlata de la farándula amurallada. Fueron entonces las palomas de la ciudad de Nueva York quienes prestaron su
naturaleza con sus alas de color verdoso y gris, las mismas que acompañaron la ceremonia que empezó con la mierda guacamayada y
que haría su agosto al traspasar más tarde las fronteras de la mentira orquestada con el pesado estiércol de las aves esta vez no mensajeras.
Las palomas llegaron muy puntuales al certamen y algo animadas, ellas volaron disciplinadamente formando caravanas simpáticas como los desfiles que plasman los aviones militares de los grillos mestizos por encima de las cabezas de los invitados y esos miraban por vez primera arriba esperando la nueva energía que los bañaría para transformar el semblante en cada sonrisa. Las astutas aves cagaron con fuerza su estiércol semi verdoso, semi amarillento, semi marrón, sobre cada terrícola vivo animalesco que debajo estaba encontrando su propia felicidad extasiada de emociones encontradas. Las cabelleras y los trajes de los participantes
recibieron toneladas de mierda de paloma de Gringolandia. Aparecieron como si fueran sobras de sopa campesina y
figuras ilusionistas aun sobre los trajes que el mediocre artista había confeccionado para que los
protagonistas lucieran como damiselas de belleza y lograran izar el pabellón de los descontentos con la barra que sostenía cada símbolo. Allí lograron empezar otro negocio
diferente a la misma mierda guacamayada, aunque recibieron también más estiércol con la presencia de palomas de Nueva York, porque también llegaron algunas de Londres, otras palomas que arribaron de Montreal sin haber sido invitadas y de Miami que eran cruzadas con las cubanas fugadas. Las aves palomadas con sus críos pudieron volar a la fiesta desde esos parajes en
donde aún sobreviven al clima y a las altas temperaturas. Estas están adaptadas a esas condiciones climáticas como de rutina, aunque muchas han muerto en el intento porque la sangre se enfría cuando de bajar se trata.
Desde ese momento el estiércol de guacamaya se hizo muy costoso en la demanda y la mierda fue anexada a la lista de los impuestos agravados dentro de la canasta familiar animalada. Ahora es difícil conseguir mierda por toneladas porque los fundadores del club de las falsas guacamayas la tienen monopolizada y almacenadas en sus bodegas, oficinas y casas. Hoy siguen apareciendo nuevos clubes de falsas guacamayas que se registran en la competencia ilustrada protegidas por las nuevas leyes, algunas organizaciones guacamayadas sin la belleza de las verdaderas encantadas siguen en aumento en cada una de las naciones que imitan el derrotero fiestero como moda. Todas desconocen la verdad natural del guacamayo selvático, esas se montan en la falsa nave guacamayada y sin profundizar en la investigación, aumentan su propio estiércol que los lleva al precipicio sin salida en la retirada, creen que son verdaderas guacamayas, la gran mayoría dicen ser felices, aunque están sin su guacamayo, sus miembros no pueden tener nuevos críos porque si no hay un excelente aguijón, exquisito limón o una redonda naranja, no se puede hacer ni chicha ni limonada ni tampoco hay una sabrosa huevonada. El pintor estiercolado paso como una ilusión de cantinera y simplemente como un sueño guajiro que se mezcló con la ironía de la vida y con la misma mierda que aún espera ser recogida por los cuervos en las nuevas temporadas en la selva que todos quieren visitar para recoger gratis la mierda verdadera guacamayada.
Esos ilusos y corronchos protagonistas no lograron con la irónica y contradictoria ciencia incrustar sus huevos guacamayados y descocieron los huevos del guacamayo, aun usurpando la imitación de los guacamayos de la
Selva Amazónica, los mismos del continente africano y nunca de aquellos
guacamayos que aún sobreviven en territorios del Mar Caribe o en las tierras de las Guayanas disputadas en el sur de las tierras de América. Si usted busca algo diferente y cree que las verdaderas guacamayas de la Selva Amazonas están
equivocadas, únase de inmediato al falso club y disfrute del parrando estiercolado. Pero no
se queje mañana porque cuando la inteligencia animalesca se equivoca no hay remedio ni
cama para tanto animal suelto, junto y revuelto. Después de la quema hasta las cenizas se las puede llevar el viento o simplemente un aguacero pequeño las lleva a otros lares.