Los
oscuros hombrecitos brutáceos habían permitido la contaminación del planeta con
sus inventos científicos, armas, vehículos y ejércitos. La perversidad de la
humanidad no tenía regreso para volver a ser paraíso como se había creado. La
tierra parecía estar muriendo con lágrimas de sangre y llanto con saltos por
arbitrariedades de gobernantes y ambiciones de humanos terrícolas mortales. Las
sandeces de los varones y mujeres ignorantes continuaban sin reparar los
sucesos que se movían debajo de la corteza terrícola y sobre el aire
contaminado de pueblos y ciudades. La maldad del hombre desalmado hizo que los
vientos y aguas se revelarán contra todo lo establecido en orden. Por fin
temblores y terremotos se empezaron a sentir en los cuatro cuadrantes del ex
azulado globo. Poco a poco disciplinadamente cada volcán se activó como novia
en celo y danzaban juntos con cenizas y ruidos extraños sobre la atmósfera. Los
dos más tenebrosos estaban escondidos en el subsuelo. Uno debajo del mar y el
otro en el extenso parque ubicado dentro de la región del norte de America.
Recuerdo que había incendios por todos lados y una nube gris oscura recorría el
firmamento con un aire pesado y olor a carne podrida.
La
criatura creada con inteligencia se había convertido en monstruo con desmanes y
pestilencias. Los medios de comunicación aliados y cómplices de la destrucción seguían informando las mentiras mientras la tierra se agitaba en silencio con
dolores de parto y bullicio. Los grupos armados de los países “desarrollados”,
habían lanzado durante mucho tiempo, bombas, torpedos y misiles, sobre la
superficie de las construcciones y bosques de la nave viajera. Los hijos
elementales del planeta prepararon su venganza con cautela para desquitarse de
los necios que estaban regados como arroz de novia en cada plano y que estaban
multiplicados aun entre pobrezas y miserias. Mi cuerpo quedó tendido en estado
cataléptico debajo del césped verde en la zona montañosa al sur de África, bajo
el cuidado de 7 pequeños seres asexuados que lograron bajar de las estrellas
tres días antes de la hecatombe. Mi espíritu se elevó por el aire viajando al
futuro por encima de las leyes conocidas por los mortales de la ciencia
engañosa. Los estados de Alaska, España, Portugal, California y Florida se
sumergieron debajo del mar después de un pequeño tsunami originado desde Japón
y Republica Dominicana.
Se
sumó a la catástrofe las olas radioactivas llegadas desde el mar del Japón, que
aporrearon a la población dejando muerte y holocausto de sur a norte y de
oriente a occidente. Francia, Inglaterra y Estados Unidos, quedaron convertidos
en desiertos con incendios y vientos que superaban los 300 kilómetros por hora.
Sus crímenes de guerra, su pólvora, ojivas nucleares y artefactos mortíferos,
ya no se volverían a cobrar porque en ese instante les llegó el final que
esperaba la justicia sin jueces. Todo allí estaba en ebullición y evaporación
como si calderas ardientes se prepararan para una fiesta de locos y soñadores.
Los falsos gobernantes y quienes habían manipulado la paloma de la paz no eran
ni siquiera recuerdo en el polvo y en la evaporación que se veía. Aun se
observaba la fumarola del volcán estadounidense del otrora gran parque que se
desquitaba de los abusos. Este lanzaba cenizas y lava incandescente como cuando
los ríos se desbordan desde sus montes y praderas. Las mismas alcanzaron a las
ciudades de Montreal en Canadá y Distrito Federal en México. Sus pobladores
trataban de esquivar el cambio drástico de la temperatura y reunieron a los más
reconocidos geólogos, astrónomos y científicos, en busca de soluciones a la
crisis. No tenían respuestas ni proyectos para enfrentar el cambio generado por
la rebelión de los cuatro elementales aliados de la verdadera justicia con
inteligencia. El arsenal nuclear israelí se convirtió en sopa radiactiva
dejando al pedazo de tierra invadida encima de ella de un barro espeso y solo
se alcanzaban a observar las puntas de las pirámides de Egipto y las nuevas
masas de roca que sobresalieron de los mares como si fuera un nuevo continente
que aterrizaba sobre arena movediza.
Los
varones de la ciencia lloraban como amantes abandonadas y se convencieron que
no alcanzaron a saber nada por el vacío que deja la ineptitud de los necios e
ignorantes sin conciencia. Los volcanes de Islandia intentaban regresar a la
calma después de haber ayudado al cobro de cuentas, lanzando fuego, ceniza y
lava, sobre cuerpos y vehículos de los psicópatas y asesinos. El fuego y el
aire les habían cobrado cada in-suceso que los 20 países poderosos habían
cometido con sus antepasados, con otras razas y pueblos en varios puntos del
globo. Sus aviones, vehículos, ejércitos, carros y naves de muerte estaban
convertidos en hierros retorcidos como si una montaña de estiércol se hubiera
posado por encima de lagos y mares que se usaron antes del final como vías de
comunicación para amedrentar a inocentes y verdaderos sabios. Puerto Rico ya no
estaba dentro del mapa del Mar Caribe. Las islas que hacían de otras naciones
estaban sumergidas 7 metros bajo las aguas y sin gente.
México
aún respiraba con poca hierba verde y algunos charcos de agua dulce que se
veían en la zona central junto a pequeños árboles, arbustos y pencas. Los pocos
habitantes que quedaron de pie como nopales y enredaderas caminaban como
zombis para luego refugiarse en un país que antes hizo parte de Centro America.
Entre México y Costa Rica, el lazo terrestre había desaparecido y sus paisajes
estaban debajo del agua de color verde plateado y naranja. En el pasado los
mismos mexicanos habían masacrado a los inmigrantes cuando estos pasaban por el
territorio de muerte en busca de un norte equivocado y de nueva vida. Ahora las
víctimas se convirtieron en auxiliadores de sus verdugos criminales. Sus
corridos prohibidos y mentiras religiosas no volverían a molestar la paz ni de
los cementerios que esos habían perturbado con alimentos que debían de haber
digerido los vivos. Los países pequeños centro americanos estaban allí unidos
en la pequeña Panamá que había quedado de pie como reina en carnaval. Esos
también pagaron sus crímenes y egoísmos. Ahora como una sola nación hermana la
bella estaba firme, pero sin el canal que se había construido años atrás por los
facinerosos. Los terremotos últimos habían desgajado sus costas y muchas
edificaciones estaban sobre el piso como ladrillos y tejas en proceso de descomposición.
Los
movimientos de la tierra y la muerte de sus ciudadanos hicieron unir de nuevo a
esas naciones que no tuvieron consideración por sus vecinos, aunque pequeñas
como canoas, llegaron a sentirse poderosas y únicas viviendo de la nada. Antes
ni la risa de los infantes los había hecho encontrar ni siquiera en los
funerales de sus parientes. Se odiaban antes de la devastación y ahora todo
empezaba de nuevo en la muerte. Bastó la gran tragedia para que se trataran
como paisanos de la misma raza y causa. Se olvidaron de política y religión, y
dieron paso a los latidos del corazón para socorrer aun a quienes ellos
consideraban sus enemigos. La nueva Centro America reconoció que también por
sus venas corría la sangre de la raza negra. Hasta los más arrogantes
entendieron que no había otra oportunidad para destruir discriminaciones y
racismo. En esos días si se miraron al espejo y vieron la imagen del indígena
en sus rostros y la del negro esclavizado en el pasado dentro de sus venas. Panamá
era la patria de esas y esos pocos que habían quedado con vida. Algo venenoso
del español invasor quedó en sus siluetas, pero era muy poco por el nuevo
semblante de sencillez y miedo. Hasta los costarricenses dejaron el orgullo de
sentirse la Suiza centroamericana y simplemente aceptaron que eran de la
misma raza aun con algo de mezcla lejana entre sus arterias que se habían
debilitado por el cruce genético con los del sur y del norte.
El
falso dios y la idolatría de los mentirosos los habían llevado a la desaparición
programada en los tres días que duró el siniestro hecho que llegó en un momento
en donde un grupo desnaturalizado tenía planes para mermar la población y
destruir ciertas etnias que los más fuertes detestaban. El extenso desierto
empezó en Yucatán (México), y terminó en Ontario (Canadá). El silencio era
aterrador como para interpretar melodías con arpas de hadas que se debían
imitar usando el canto de los pocos turpiales vivos que aun quedaban. La parte de
norte de America, era muy parecida a una chimenea súper gigante lanzando humo
negruzco sobre el nauseabundo paisaje de los injustos y arrogantes del triste ayer.
Las cenizas estaban en cada costa y sobre los trozos de techo de las casas
destartaladas por la fuerza del cataclismo. Aquello que un día fue sitio ideal
para la promiscuidad y lujuria, dejo de ser porque allí también se habían
cometido crímenes e injusticias. Los machos no pudieron enfrentarse a la fuerza
de la naturaleza ni al misterio. Todo había pasado por el colador de la verdad.
Por fin el mundo logró contemplar la paz aunque con fuego, látigo, azufre y
garrote. No hubo homofobias ni heterofobias sobre las palabras escasas que
pronunciaban los asustados citadinos y campesinos que de pie quedaron. Ahora
era lo mismo haber vivido en cementos putrefactos de gigantes urbes o en
ranchos de lata y cartón, construidos sobre los bordos de las incivilizadas
carreteras y caminos de pobreza.
Mi
silueta estaba volando por al aire tan rápido como los misiles que habían
destruido parte del globo terráqueo por la maldad de los gobernantes de la
oscura caverna infernal que no habían querido escuchar a los profetas y sabios.
El mar estaba zigzagueado con los escombros dejados por barcos y buques que
apestaban antes con olor a muerte y sangre coagulada en fermentación. Aun se
veían cuerpos de oficiales y soldados putrefactos con sus cascos y botas sobre
las aguas de ríos y mares. Los buitres comían pestilencia sin contradecir la
norma creada por los cretinos de la ciencia. Los asesinos habían desaparecido
del planeta de las contradicciones y suntuosidades. El grupo de la raza humana
que masacró la vida ni siquiera era polvo, sino que esas cenizas se confundían
con la fuerza de otros desperdicios que transportaba el aire contaminado con
perfume a cadáver en proceso hacia el vacío. Alemania, Suecia y Bélgica,
estaban sumergidas debajo de las aguas marinas color bermejo y parecían tortas
de pan quemado con salsa de cebolla y espinaca. Holanda e Irlanda, ya no
protagonizaban más episodios de barbarie e injusticias. Estas se alcanzaban a
ver debajo de la transparencia del hielo derretido como cenicientas de barrio
sin zapatillas. Si esos masacraron por religión, no hubo uno solo ni siquiera
para leer las anécdotas maquiavélicas de los apestosos. Aquellos hombres que
habían herido la paz y el privilegio a todos sus antepasados, no se verían más en el cosmos creado para la igualdad y bienestar de todas las criaturas que ellos
mismos habían hecho desaparecer. La tierra no cobro pecados sino asesinatos,
masacres y delitos de lesa humanidad y crímenes que hicieron llamar de guerra.
La toga de los jueces estaba encima de los cuerpos moribundos y agonizantes de
los juristas que dejaron impune cada muerte e injusticia sin resolver por el
gusto de coleccionar botellas de vino y billetes verdes.
Por
fin la justicia había llegado. Europa ya no sería más entre las ruinas de
leyendas inventadas por usureros de riquezas e invasiones. En medio de la
tragedia anunciada se notaba cierta paz sobre el cementerio que se había convertido
en tierra de nadie antes iluminada. La luna seguía impávida con la mirada sobre
cada una de las ruinas. Había cierta oscuridad sobre el manto del planeta y un
gas con olor a muerte recorría cada lugar en forma de danza. El sol no logró
traspasar la espesa nube negra que cubría la tierra como fango y pantano
grisáceo. Había tristeza y angustia aun sobre las orquídeas que se habían
apostado debajo de las alcantarillas con pedazos y remiendos de flores que se
cuecen en los desiertos. Todo había perdido su color y olor. Hasta las rocas y
claveles estaban regados como si fueran parte del lodo verdoso. En un momento
la tierra se salió de su vía láctea y se sacudió como viñedo adolescente. Al
parecer se podía medir los 100 metros movidos hacia la galaxia Andrómeda en su
nuevo curso. La hermosa luna también cambio su curso corriéndose hacia el sol 1
kilómetro. Los planetas y satélites naturales estaban ahora arrogantes sin
control. Las hormigas humanas insignificantes por fin se dieron cuenta que no
eran tan importantes. Fuera de la tierra todo era confusión. Una ola gaseosa de
color carmesí estaba arropando el círculo de la tierra y se formó una aureola
como si el cosmos hubiera preparado salsa de tomate con mostaza.
Los cadáveres de peces, aves, mamíferos y humanos estaban incrustados como naipes sobre las
pocas costas que divisaban mis ojos dimensionados sobre la superficie y
atmosfera. Australia y Sur America debajo de Colombia y Venezuela, seguían de
pie como roca fresca. África empezaba a reverdecer como si ríos, ciénagas y
lagos se hubieran mudado hacia ese territorio. Vi como las aves que habían
logrado sobrevivir a la hecatombe, inmigraban hacia esos parajes que aún permanecían con vida y luz como en temporada. Osos y animales salvajes nadaban
con esfuerzo para conquistar las nuevas costas. Logre divisar tigres, leones,
panteras, elefantes y leopardos, que caminaban intranquilos junto a lobos y
perros que se habían escapado del secuestro de los zoológicos. La presencia de
hermosas y pequeñas mariposas de diferentes colores recreaba y decoraba algo
el paisaje, haciéndolo menos tenebroso. Manadas de murciélagos, loros, mirlas y
guacamayas, volaban en fila india sobre el espeso aire y estaban tan sincronizados
que parecía una escenografía preparada como obra de teatro para los tramposos.
Rusia,
Corea y China, estaban en un solo bloque sin humanos vivientes junto a Japón,
Vietnam, Camboya y Laos. Los cuerpos de sus pobladores estaban aun con humo y ceniza.
Esos parecían siluetas almidonadas como para cine y película fantasiosa de
terror. Las estrellas de cine y los artistas también hacían parte de la
metáfora moribunda. La mafia italiana junto al pedazo de bota, se habían
desprendido inerte del viejo continente y vagaban mar adentro como cigüeña en
busca de alimento. Los italianos no harían más presencia dentro del planeta y
su soberbia estaba destruida con sus hijos. Esos no volverían a nacer porque
sus espermas se habían chamuscado junto a óvulos de chicholinas y madonas. “Los
europeos e ingleses jamás volverán al planeta”, me dijo uno de los seres que me
acompañaban en el vuelo relámpago. La sangre de los inocentes masacrados por
fin cobró justicia. Desde hoy estarán en paz en cada nicho no perfumado dentro
del planeta que se les ubicó en la galaxia Andrómeda. Los espíritus masacrados
por los estafadores asesinos por fin encontraron la paz en cada tumba. La isla
de Chipre no se escapó de la escena macabra. A ella también se le cobro cada
asesinato e injusticia junto a Grecia, España y Francia que humillo a los
inmigrantes. Las pistas prestadas y los terrenos cedidos para asesinar a sus
vecinos ahora eran barro y fango sin propietario. El agua radioactiva cubría
el 90% de su territorio. Se veían pedazos de latas sobresaliendo por encima de
árboles sumergidos y siluetas de aviones que asustaban aun a las moscas y
cucarachas. Gigantes ratones y ratas de color amarillento naranja dejaban ver
sus colmillos que devoraban cadáveres de necios y petulantes. Irán, Siria,
Irak, Pakistán y Turquía, habían quedado fundidas en un solo trozo de roca como
si una centrifuga los hubiera unido a la fuerza sin fronteras ni "constituciones",
que los había hecho enfrentar como enemigos siendo de la misma genética. Ahora ni
unos ni otros estaban allí ni siquiera como estatuas.
El
espíritu real de quien gobierna me dejó viajar sobre eso que fue una vez el firmamento de Colombia y Venezuela. Sobre el aire contaminado que había
dejado el episodio monstruoso de la barbarie. Los cadáveres de militares,
policías, paramilitares, delincuentes y guerrilleros hacían una pila
nauseabunda como vástagos de gelatina de pobre sobre las carreteras de los
canallas. Junto a esos estaban los cuerpos inertes de politiqueros, religiosos,
banqueros, familias adineradas inescrupulosas y terratenientes. Vi siluetas mal
olientes de quienes habían ilusionado con proyectos sociales estafadores a las
multitudes que esperaron justicia y que no vieron un solo puente. Hormigas
gigantes y grupos de cucarrones recorrían las vetustas avenidas con sus calles.
El orgullo y el complejo de súper inteligentes, ya no estaba en los discursos
del tiempo. Los muertos ya no bellos, las reinas sin ojos y la oligarquía
completa, estaban esparcidos sobre latas retorcidas en los techos de las
casuchas que aun seguían de pie como torero con remiendos de plaza. Los
letreros con su publicidad de famosas universidades y colegios, aun se podían
leer como para recordar la estafa. Había muros de concreto que desfilaban uno sobre
el otro y que era el producto de los pedazos de puentes sobrantes que negaban
que se hubieran construido con materiales de primera categoría. La mentira se
podía observar sin contratiempos en la miseria.
Por
vez primera pobres y ricos hacían parte de los moribundos. Los cuerpos de
campesinos y obreros estaban en potreros de eso que una vez fue un antro club
de orgullosos. Los frentes de las cantinas de los pobres estaban mezclados con
restos de salones de otros intocables. Todo estaba destruido aun sus refinerías
y letrinas. El petróleo marcaba otra nota macabra porque estaba entrelazado con
la sangre de cuerpos moribundos y cadáveres de animales salvajes. La doctoritis
estaba junto a los ignorantes con diplomas y pergaminos de ilusiones vanas. Vi
un abecedario tejido con espumas de la contaminación que aleteaba como
prostituta en cabaré y sobre mesa. Los cuerpos de políticos y de quienes
engañaron al pueblo durante muchos años, estaban podridos junto a las aguas
negras de la polución grisácea. Los mejores abogados y las más sobresalientes
familias quedaron como chicharrón de pobre. Sus mañas y artimañas estaban al
descubierto muy cerca al fruto de sus robos y estafas. También hacían fila
inerte los esqueletos de mentirosos periodistas y directores de medios de comunicación
con sus farsas.
Los
cadáveres de familias mezquinas y miserables de ricos junto a otros que se
habían apoderado de los privilegios estaban allí a la vera del camino
putrefactos. El ser de la izquierda me dijo: “Le aseguro que no volverán a
nacer y nunca más regresarán al planeta ni siquiera como estiércol. Fueron
perversos y como peste hicieron mucho daño”. Allí estaba majestuoso el
“Amazonas”. Observe incendios distribuidos como fogatas de caminantes sobre
varios arbustos en diferentes puntos. Sobre los potreros había animales y aves
que se alimentaban como si nada hubiera pasado en la nave de los rufianes. La
naturaleza por orden superior había cobrado cada injusticia. El viento llevada
billetes verdes que los esparcía como hojas de otoño sobre las praderas
descoloridas. Los minerales regresaban a la tierra después de haber pasado por
el fuego de los volcanes. Los narcotraficantes con sus laboratorios estaban
sumergidos en un espeso barro, sus siluetas inertes parecían carnavales de
negros y blancos color plomo sobre humo de caucho.
Por
fin llegamos sobre Chile y estaban vivos los Mapuches. Las ciudades conocidas
estaban destruidas como arena y ceniza. Alcance a ver cadáveres de quienes
habían asesinado la vida sobre vómitos con desperdicios contaminados. Ya no
había vanidad ni repelencia. Esos que se sintieron de mejor familia ya no
volverían a atropellar a los indefensos. Cada fábrica y procesadora, estaba
desecha. Como un fideo alargado la franja de Chile se había partido en tres
pedazos. El mar logró entrar a la fuerza hasta Bolivia y Paraguay sin permiso
ni debates de los usurpadores. Por fin la justicia intangible e invisible cobró
el robo de tierras y de mar, que habían usurpado a sus vecinos. Allí termino el
conflicto, aunque demasiado tarde porque los muertos ni siquiera disfrutan de la
tumba. El océano había ingresado a Bolivia y Paraguay desde dos ángulos
diferentes. No había quien firmara la paz. Sus raponeros e invasores estaban
esparcidos debajo de los sobrantes de barcos y aviones. El tsunami llego y
también empezó a mover chatarras y cuerpos inertes llevándolos más al sur. La
muerte estaba en cada esquina como boxeador primíparo. Esos que se sentían de
sangre real también probaron la fuerza de la naturaleza y fueron eliminados. No
tuvieron tiempo para alianzas ni firma de tratados mentirosos. Hubo un estupor
en el viento al mover los cuerpos putrefactos de militares y policías asesinos.
Las armas ya no serían objeto de machismo y valentía. Todo era chatarra y
baratija.
La
muerte los había sorprendido en pleno derroche de sexo, alcohol, droga y
comilona. El día parecía noche y el invierno verano. Había vómitos en las
esquinas de esas que fueron tiendas y discotecas. Los borrachos y alcohólicos
también hacían parte de los cadáveres que se movían porque estaban sobre una
laguna de barro y brea que era movida por una corriente de agua negra y
contaminada, que bajaba de uno de sus montes. Aun había uniformes de militares
y policías regados sobre los escombros de edificios destruidos con sus botones.
También se divisaban sotanas de obispos, sacerdotes y nuncios apostólicos,
colocadas sobre otras mentiras que habían inventado para explotar a los rectos
e ingenuos. La civilización que no llego a ser estaba expuesta con eso que
merecían antes de cada fiesta. No hubo nueva realidad como para refrescar los
cantos de algunas golondrinas y murciélagos que revoloteaban el nauseabundo
paisaje. La tranquilidad aparentemente estuvo allí. Las mentiras del premio
nobel quedaron sometidas a la justicia de los vientos. La verdadera paloma de
la paz salió del secuestro y voló por todo el planeta que estaba con muy pocos
terrícolas vivientes sin ropa. Todo estaba desorganizado y se notaba quietud
sin algarabía. “Todo pasa y nada es eterno”, dijo el ser que era nuestro
orientador en la travesía y que volaba por encima de nosotros a tres metros por
delante de todo el grupo.
Mi ser
guía me avisó que estábamos encima de las “Pampas” de Argentina. La tragedia
iluminaba hasta Las Malvinas. La parte sur estaba bañada por sopa radiactiva
dejada por los buques y submarinos que habían aparcado antes del siniestro y
que habían explotado en uno de los maremotos. Miles de niños jugaban
animadamente en lo que fue Buenos Aires. Era un potrero gigante. Observé que
había infantes de tres razas distintas que en forma hermanable se entretenían
con seres de irreconocibles que los custodiaban. Allí había agua potable
y frutos de todas las especies. Los más alegres eran los pequeños de un cuarto
grupo de raza indígena que corrían como potros jóvenes. La multitud estaba
rodeada de animales salvajes y aves de diferentes colores. No había un solo
adulto. Los guías de los infantes eran como adolescentes de esos que no
envejecen. Pude apreciar que sus edades oscilaban entre 15 y 17 años cada uno. Me di cuenta de que entre los seres no humanos había mujeres como
guardianes. Bellas y bellos como si hubieran acabado de nacer. Sus mejillas y
rostros eran semejantes a fina seda con dentadura blanca como la nieve y ojos
color miel. Sus cabellos ensortijados y su piel de color canela dorada. Tenían
una estatura superior a los 1.80 centímetros. Se los notaba la forma de la
cintura y no tenían abultamiento genital como los humanos, pero si la misma
forma. Estaban muy sonrientes. Eran diferentes a los humanos terrícolas
mortales infantes en sus movimientos y gestos. Logre ver que algunos se
desplazaban por encima del suelo como si caminaran y volaran a la vez.
Sobre
una pequeña montaña había 7 naves súper gigantes interplanetarias de color
cristal transparente. Cada nave tenía tres patas de color plomo brillante. Las
paredes externas eran como si se hubieran construido con vidrio de seguridad
con forma trapezoide. A un extremo observé 77 navecillas pequeñas en forma de
pirámide y trapecio. Estas eran de otra construcción semejante a plata y estaño
sin brillo. Los niños los introducirían allí antes de la destrucción
total del que un día fue el planeta tierra. Un aire gaseoso blanquecino estaba
por encima del paisaje escogido para los seleccionados. Tenía el lugar
una barrera protectora que no les permitía sucumbir. Vi infantes de raza negra,
hispana y china junto a la indígena. Las edades de los infantes vivos oscilaban
entre 4 y 7 años. Brasil estaba convertido en desierto al igual que
Uruguay, Bolivia y Paraguay. Ecuador y Perú, estaban firmes con hermosos
árboles, arbustos, plantas y pastos verdosos, pero sin población. El mar se
había tragado a su gente. Las tres Guayanas habían desaparecido del mapa. La
tierra se preparaba para no ser más. La guerra ya no existiría porque sus
guerreros asesinos eran una mazamorra radiactiva. No vi animales muertos ni
cadáveres sobre el mar en las costas de Sur America.
Dos de
los guías me tomaron de la mano y aumenté la velocidad en el recorrido. Creo
que logre viajar a 300 kilómetros por hora. De pie estaba el “Medio Oriente”.
Los pobladores antes de la explosión en Arabia Saudita habían asesinado a los
que se hacían llamar monarcas. Cada uno de los descendientes de la monarquía
inventada fue aniquilado por las turbas en la revolución. Mujeres, infantes y
ancianos descendientes con sangre de los monarcas, estaban convertidos en
cadáveres y polvo sin vida. Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Kuwait,
ya estaban en manos del pueblo raso y sus monarcas tuvieron la misma suerte
semejante a los de Arabia Saudita. Los malditos gobernantes se habían hecho
llamar reyes y príncipes, para no pagar impuestos y comer robando los
privilegios. El final les llego y la fuerza poderosa de los cuatro
elementos, no tuvo piedad ni de sus cuerpos ni de sus almas. Todos estaban allí
como hojas de sauce en proceso de abono orgánico. Regresarían al polvo de la
justicia y sus espíritus estarían vagando eternamente sin compasión ni
misericordia del iniciador de la vida. Sus asesinatos estaban escritos en el
“Libro Planetario”. Sus oraciones y rezos eran solo costumbre para cometer
injusticias y aparentar santidad. Al volar por encima de los escombros, pudimos
contemplar con vida a muchos campesinos y obreros que se resguardaban en
cuevas de animales salvajes. Un hermoso rio de agua cristalina bajaba de una
montaña y regaba la tierra por donde arribará quien hará con el barro la nueva
tierra.
Las
plantas nucleares se habían convertido en polvo de arena, sopa de lodo y
mazamorra de ceniza. El olor a azufre recorría toda la tierra e impregnaba los
huesos de quienes aun estaban con vida. Cada crimen se había purgado. Sólo vivía
desnuda una cuarta parte de la población mundial. Las tres cuartas partes de la
raza humana estaban debajo del barro radioactivo sin vida. La raza humana la
habían desintegrado los cuatro elementos que no dejan injusticia sin cobrar.
Aquellos que se creían poderosos ya no volverían a molestar la naturaleza y la
vida. Todo estaba convertido en basura y pestilencia. La tierra ya no sería más
el refugio de quienes se creían invencibles y eternos. La nueva tierra necesitará
de largo tiempo para volver a nacer.
Los
infantes escogidos fueron subiendo a las naves gigantes. Ellas y ellos recibían
una bebida que les producía sueño al subir las iluminadas escalinatas. La nube
protectora que los rodeaba no los dejaba ver lo que sucedía en la atmosfera y
tierra. Cada menor y menora de edad recibía una manta blanca como si fuera confeccionada
de lana de oveja virgen. Vi que los seres les entregaban mascaras color oro y
se las colocaban en los rostros de los pequeños y pequeñas antes de subir las
escaleras. Estaban muy felices y sabían que salían de viaje. Animales y
semillas se estaban ubicando en las naves pequeñas junto a rollo de libros y
documentos que se seleccionaron con anterioridad a la partida. Las plantas,
árboles junto a flores de todos los colores y especies, eran llevadas a las
naves sobre carros parecidos a robots humanoides. Tinajas grandes de aceite de
oliva y vino de todos los continentes los subían a las naves gigantes. Divise
tanques de agua fresca que ingresaban por debajo de las naves. Había alimentos
enlatados, jugos, leche de vaca, cabra y burra. Los dulces y gelatinas se
colocaban finamente en varios hangares que sobresalían de las naves. Como si la
perfección fuera la comandante de la caravana viajera y principal guía sin
equivocaciones. Los guardianes estaban distribuidos en tres grandes grupos y
llevaba cada grupo un color diferente de traje entre amarillo, plata y dorado.
La felicidad alcanzada por los guías se les notaba en su mirada y trabajo. No
vi cansancio en ninguno de ellos ni en ellas. La tierra empezaba a oscurecerse.
De un momento a otro se apagaron las luces artificiales que aun quedaban
trabajando. La oscuridad fue total. La tierra quedo bajo la penumbra de una
sombra negra aterradora y silenciosa. Todas las naves levantaron vuelo sin
hacer ruido. Escuche que tomaban el camino intergaláctico hacia Andrómeda.
Todas se alejaban del sol que le pertenecía a la anterior tierra.
En
plena oscuridad tres de las plantas nucleares explotaron y se hundieron. Allí
formaron pequeños agujeros negros que abrieron las puertas intergalácticas por
donde iban los desperdicios del desorden. Los hoyos eran entre románticos y
tenebrosos. Se empezaron a formar gigantes remolinos encantados con circunferencias
concéntricas como tornados. Los sobrantes del planeta entraban al hoyo pero no
regresaban. La tierra empezó a tener una cola como si fuera un cometa. Era
parte de la limpieza para formar la nueva tierra con nuevos habitantes luego.
La cola de la tierra se dirigía al sol y se alcanzaba a ver sobre la misma
oscuridad su brillo. Logre ver que el sol devoraba la cola y la evaporación
tomaba un color verde azuloso. Los seres que me acompañaban se iluminaron como
si fueran linternas. Mis ojos veían como si en la tierra fuera de día en medio
de la tenebrosa oscuridad. Gritos y llantos se escuchaban de quienes habían
quedado con vida y un frio aterrador cayó del firmamento como nieve derretida.
La cola de la tierra luchaba por apagar el fuego que ingresaba con los
sobrantes. Fuera de la tierra había una iluminación artificial que luchaba
contra el oscuro espacio y vacío.
Hubo
un ruido enloquecedor como si varios trenes fueran arrastrados por una
carretera pavimentada y sobre cemento y acero fundido. Llegaban sonidos
extraños que se perdían y se confundían con el remolino continuo que seguía en
armonía con la desesperación del planeta que se desintegraba. Volvía como
caucho a juntarse para estirarse, encogerse y bramaba cada vez que lograba regresar
al círculo de la anterior tierra. La luz del fuego de algunos volcanes
encendidos que se veían a los lejos de vez en cuando iluminaba nuestros
rostros. Algunas cosas y situaciones no entendí en el momento porque había
mucha confusión en el aire. La tierra era una pelota de caucho desfigurada que
luchaba contra las fuerzas que estaban sobre ella. Gente viva iba derechito a
los agujeros negros y entraban a esos como cadáveres. El aire iba acompañado de
arena y lodo. La tierra quería ser la misma pero una fuerza superior se lo
impedía. Afuera había locura entre los planetas, satélites artificiales y
naturales.
Los
cadáveres de los difuntos se movían en el aire en serie como huracanes y se
dirigían hacia el centro de los agujeros negros. La pestilencia iba en fila
india por el aire movido por vientos que llevaban una velocidad de 250 y 500
kilómetros por hora. Con movimiento propio: libros, electrodomésticos y
chatarra, giraban rumbo a los agujeros negros. Había pequeños remolinos en el
aire de la atmosfera como tormentas amarillentas que movía todo a su paso. Los
cuerpos inertes de aves, peces y animales también tomaban la ruta de los
agujeros negros. Afuera de la atmosfera de la tierra, había fiesta como una
danza entre los aparatos metálicos que el hombre había instalado para la
comunicación. Los satélites externos cayeron a la tierra. Se escucho como si
millones de caballos galoparan con mismo ritmo al unísono. Los golpes de la
caída hicieron música como orquesta de borrachos. Uno a uno de los satélites
artificiales se movió como baile una vez en tierra. Luego también se dirigían
hacia los agujeros negros. Era una danza maravillosa que retumbaba la tierra
esta vez más sonora y con melodía de arrendajos. Mi ser no sentía miedo, aunque
una angustia impregnaba mi existencia. Otras plantas nucleares seguían
explotando a la distancia y el olor a azufre y amoniaco aumentaba en el aire.
Todo olía a azufre y yodo. Un aroma a caucho quemado llegaba del lado norte. La
oscuridad cubría la faz de la tierra con ruidos que seguían llegando de todos
los cuadrantes. Sobre el oriente salieron luces como juegos pirotécnicos que
alumbro el planeta. Varias horas seguían apareciendo en cada lado de la tierra.
La esfera azulosa estaba muriendo para enfriarse por millones de años hasta
volver de nuevo a recibir la vida.
Estuve
presenciando la hecatombe anunciada que los científicos nunca aceptaron porque
ellos fueron arrogantes a la verdad y vida. En el aire y sin gravedad, había
cuerpos vivos de animales y personas que gritaban como si pidieran ayuda para
que fueran bajados a tierra. Todos se movían a los centros de los tres agujeros
negros. La máquina gigante que quiso estudiar la “partícula de Dios”, también
habían formado un pequeñísimo agujero negro. Los científicos e investigadores
giraban como remolinos rumbo a la cola que se dirigía al fuerte sol que había
tomado el color rojizo escarlata como sangre de toro de asesinos injustos de la
tauromaquia. Era maravilloso contemplar el episodio. Hubo congojas al despedir
el final de la tierra. Todo había pasado tan rápido que no se sabía dónde
estaban los puntos cardinales del sistema.
La
nave tierra dio un giro brusco de 360 grados, trasladando el Polo Norte al Polo
Sur. Todo se vino al subsuelo para completar la faena del desastre. Allí
murieron otros arrogantes. El día se convirtió en noche y la noche al otro lado
del cuadrante era más noche. El sol estaba muy incandescente como para alquilar
balcón en la contienda de drogadictos. La gravedad perdió fuerza y bajo su
estado. Ahora los cuerpos vivos y las cosas flotaban en el aire. Todo parecía
estar volando, pero estaban más debajo de nosotros. Alcance a ver las gigantes
naves fuera del alcance de la tierra. Se veían tan pequeñas que parecían
naranjas deshidratadas. Por fin tuve la experiencia hacia dónde queda Andrómeda
y no quise estar vivo dentro de una de ellas.
Nota Importante: Tenemos un plan
programado a partir del 1 de agosto, del año 2023 y la última semana del mes de
diciembre 2023, para explicar el grandísimo problema hambrunal
que se acerca
para el planeta a partir del año 2028. Recorreremos con la ayuda de
Dios, cada uno de los países tanto
de América Latina como del Mar Caribe incluyendo las comunidades de
pueblos originarios que habitan la extensa región de la Selva Amazonas
de
Colombia, Brasil, Ecuador y Perú. También estaremos dictando
conferencias al
respecto sobre la Hambruna que viene,
en Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y España. Los grupos
humanos organizados deben prepararse para la hambruna, multiplicar la
información y las estrategias que presentamos para sobrevivir en la
tragedia a otros grupos y en cada país. Si usted quiere patrocinar esta misión y financiar viajes, necesidades personales y
pormenores, agradecemos hacer un aporte económico como donación a la cuenta de
nuestra organización a través de PayPal… Aquí - Dios multiplique su ayuda
y solidaridad. Ténganos en cuenta en sus oraciones y rezos. Amén …
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