Los aplausos llegaron de los individuos que se habían apostado sobre cada uno de los lados de la calle, cada vez que las figuras y siluetas del desfile militar avanzaban por la gran avenida que exponía con vistosidad, lujo y colorido, los avances de la tecnología militar armamentista. Aviones pequeños y gigantes engalanaron el firmamento de la nación que ese día cumplía 60 años de aquello que los mortales terrícolas humanos han llamado ‘revolución’, poder y ciencia. Las naves aéreas dejaron caer sobre el espacio contaminado de la ciudad cercana a la vieja muralla, chorros de humo putrefacto de variados colores que hicieron un circo romano en el aire creado, mientras las indefensas aves se despidieron lejos de los cita-dinos y transeúntes, para poner sus huevos y levantar sus crías con tranquilidad bajo la sombra de árboles que también sufren la inclemencia de los rufianes. Allí en donde la ‘civilización’ malsana y torcida no ha llegado es el lugar preferido por los castos animalitos que vuelan desde hace miles de años a sitios mas seguros como escondite. Los ‘líderes’ gobernativos usaron sus manos y dedos para alegorizar como danza y melodía, las últimas invenciones que ellos mismos firmaron hace algunos lustro y los hizo vomitar pensamientos en contradicción ese medio día como plantío arrugado. Los incautos pobladores quedaron con la boca abierta con emociones de risa, llanto, angustia y muerte, al ver pasar lo que serán cadáveres y ruinas nefastas en los próximos días. La algarabía, festín y entusiasmo fueron llegando a la multitud, cada vez que los tanques, tropas, misiles, comparsas, carros y ejército, marchaban con sus armas mortales que colocadas como noche de boda, se mostraban con lujo y meticulosas descripciones, bajo la estatua barbaril de los desocupados vagos que desde cada una de sus oficinas recibieron felicitaciones y cheques con altas sumas en dinero de quienes como cómplices, no pudieron usar su imaginación para soñar en la posible destrucción que se aproxima como explosión de átomo en madrugada.
Las cabezas nucleares de los circulados brillaban al contraste con la luz que lanzó el fuerte sol septembrino de los últimos días en forma de tormenta acrisolada. Los locutores entre asombro e ignorancia hacían resúmenes improvisados de eso que veían pasar los ojos de los incrédulos con palabras de espanto, congoja, melancolía y danza. A esos inexpertos periodistas se les escuchó hablar del futuro de la misma guerra y como valientes héroes en la línea de pacotilla subterránea, seguían con sus narraciones como si salieran de un vacío anestesiado con incrustadas epopeyas. Algunos comunicadores comerciales se atrevieron a respaldar esos inventos perversos con defensa al unísono y reían al paso de la caravana mortuoria sin esperanza. Los inocentes y pequeños niños junto a las diminutas caderas de niñas que se alistan entre las posibles filas, vieron a sus mujeres adultas connacionales mover a ritmo de finas operetas sus propios uniformes, que las enfrentó con los cuerpos de los pequeños varones que sobre latas de vehículos en movimiento, mostraban armatostes atrincherados de hierro fundido, aluminio, otros minerales y materiales, apuntando al norte del occidente desconocido ojivado, al oriente armado y/o a esos que tienen el mismo parecido en su raza. Ni siquiera los ha detenido el terremoto que la tierra muestra diariamente en el mismo sitio frente a las armas. También los traumatizados y enfermos creativos, construyen artefactos y turbinas con apetito de lanza. Sus vecinos no son gigantes pero siguen igual de empecinados en la montura hacia la guerra destructiva con sus faldas. Los temblores y tsunamis los hacen sentir cada minuto menos importantes pero se continúa diseñando lo que se hará polvo aún a la distancia de sus rocas y del pedazo de tierra firme escasamente rodeada también por aguas polucionadas que traen historias de dragones, duendes y dinastías que cada instante se gastan. Otros gobiernos amigos y enemigos en el mismo momento habían colocado pequeñas y grandes pantallas teledirigidas, para ver de cerca sin observar la distancia, la escena macabra que ellos mismos desde sus casas o salones patrocinaron con otros desfiles y ejércitos que se cocinarán como salsa encantada cuando la razón se desborde como gelatina de pobre sobre raída taza porcelanizada.
Sobre un balcón usurpado de las antiguas casonas o palacios de leyendas con tejas multicoloradas, un grupo de hombres delgados como listones de espaguetis o granos de arroz con mostaza, con vestidos oscuros acorbatados y chaquetas de artistas con estrenos rojizos sobre alfombras escarlatadas, escuchaban alaridos que salían de las esquinas de la misma plaza en donde las familias se conglomeraron como bultos de papa de esos que nadie quiere cargar pero que obligados pasan. Todos los representantes de los estados falsos fortalecidos, estuvieron asombrados de sus alcances y picardías añoradas. Pocas damas se vieron entre las filas de los selectos invitados que alistan ceniza morada para reemplazar el ocaso de la irradiación que llegará de casa en casa. Olores a fragancia y lociones francesas alcanzaron a llegar a los televisores de los cineastas, mientras grupos humanos sedientos de paz y armonía, gritaban, oraban, lanzando consignas al cielo y a los mismos protagonistas del insuceso uraniado, para detener con protestas, manifestaciones, cantos y poemas, la macabra obra que enlutará el rocío de la montaña empotrada con sequía en mares, ríos y del mismo planeta de los irracionales ametralladas.
Un hombre varón de raza aria sentado sobre una silla de pino frente a una mesa de nácar azufrada, dentro de una casaquinta y sobre un terreno amurallado en el sur del norte acongojado por haber perdido la silla en donde se estamparon firmas que azuzaron la guerra y desesperanza, creyó ver ángeles celestiales que le reclamaban sus fechorías también atomizadas y disparadas. Su amante dijo que él recordó esa tarde las imágenes de las bombas que sus soldados lanzaron desde helicópteros y aviones, destruyendo la capa de ozono y despedazando cuerpos de vidas acorraladas y muros de ciudades históricas con religiones cómplices de otras barbaries y sogas que invitan a levantar desgracias. Un silencio se apodero de su horripilante sonrisa como demonio demente queriendo esconder la humanidad del corazón que lleva pegado a su coraza. No quiso fotografías de su semblante porque sintió vergüenza de la tragedia patrocinada que dejo luto sobre la estepa carbonizada. Voces de bebes y niños se escucharon alrededor de la casa. Celadores dijeron que un viento nuevo había llegado junto a sus armas. Los vellos de pieles juveniles se levantaron con temor a un aire frió que apareció con intangibles entidades que oscurecieron el paisaje en donde las botas asesinaron a inocentes que hoy lloran dentro de lápidas doradas. Una cuerda apareció en el vacío y un quejido oriental ahorcado se escuchó dentro de las paredes que veía la escena y el desfile aniversado a través de una antena satelital no costeada. Por fin una lágrima salió de semejante vampiro que plasmó la historia de sangre humana y rompió el cerco natural de cavernas ilusionadas. Hubo olor penetrante a petróleo crudo y un helicóptero llego al cambio de guardas con otras payasadas.
El poeta a lo lejos dijo estar loco de amor mientras grupos armados seguían agitando banderas que se romperán como rocas en la creciente de las aguas. Jinetes en fila de indios galopaban a los lejos imitando emperadores perversos en planicies ensangrentadas. Un humo negrusco de muerte se retorció como torbellino gigante sobre mansión encantada. El silencio sacó de su biblioteca un versó y lo lanzó como palabra santa tomando la Biblia y recitando Apocalipsis 6: “1 Y miré cuando el Cordero Abrió el primero de los siete sellos, y Oí a uno de los cuatro seres vivientes que Decía con voz de trueno: "¡Ven!" 2 Y miré, y he Aquí un caballo blanco. El que estaba montado sobre él Tenía un arco, y le fue dada una corona; y Salió venciendo y para vencer. 3 Cuando Abrió el segundo sello, Oí al segundo ser viviente que Decía: "¡Ven!" 4 Y Salió otro caballo, rojo. Al que estaba montado sobre él, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros. Y le fue dada una gran espada. 5 Cuando Abrió el tercer sello, Oí al tercer ser viviente que Decía: "¡Ven!" Y miré y he Aquí un caballo negro, y el que estaba montado sobre él Tenía una balanza en su mano. 6 Y Oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que Decía: "¡Una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario! Y no hagas Ningún daño al vino ni al aceite." 7 Cuando Abrió el cuarto sello, Oí la voz del cuarto ser viviente que Decía: "¡Ven!" 8 Y miré, y he Aquí un caballo Pálido; y el que estaba montado sobre él se llamaba Muerte; y el Hades le Seguía muy de cerca. A ellos les fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada y con hambre y con pestilencia y por las fieras del campo. 9 Cuando Abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que Habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que ellos Tenían. 10 Y clamaban a gran voz diciendo: "¿Hasta Cuándo, oh soberano Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?" 11 Y a cada uno de ellos le fue dado un vestido blanco; y se les dijo que descansaran Todavía un poco de tiempo, hasta que se completase el Número de sus consiervos y sus hermanos que también Habían de ser muertos como ellos. 12 Y miré cuando él Abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se puso negro como tela de cilicio; la luna entera se puso como sangre, 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como una higuera arroja sus higos Tardíos cuando es sacudida por un fuerte viento. 14 El cielo fue apartado como un pergamino enrollado, y toda montaña e isla fueron removidas de sus lugares. 15 Los reyes de la tierra, los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, todo esclavo y todo libre se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas, 16 y Decían a las montañas y a las peñas: "Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que Está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero. 17 Porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¡quién Podrá permanecer de pie!".”