En 1993 acepté de un sobresaliente profesional del “Derecho y la Jurisprudencia”, una reunión en un restaurante elegante de una ciudad capital. Tuve que invitarlo a cenar. Se requería de tiempo y espacio para plasmar un proyecto que se iba a ventilar para distribuir bienes y propiedades. Fue una forma social y negociada, para discutir algunos asuntos sucesoriales y de herencias que por situaciones misteriosas de lo intangible se reciben sin haberlas trabajado. Su edad apenas alcanzaba la luz de los 30 lustros. El había terminado su educación superior en un claustro privado regentado por religiosos de esos que han sido expulsados en muchas ocasiones de varios países. El había sido enviado y presentado por una de las mejores y hermosas abogadas que he conocido al paso por el planeta tierra y con quien nos une una gran amistad de más de 40 largos años.
La asesoría y representación del jurisconsulto, tendría como pago a sus servicios, una suma en dólares que pasaban los 30 mil. Además los beneficiarios cancelarían los gastos de alimentación, alojamiento y transporte, cuando llegara el momento de moverse del país en donde se realizaba la consulta y un estímulo económico en los respectivos trámites de pasaporte, visa y recorrido. La charla y la conversación transcurrieron como esas que se dan en los grandes debates. Su figura bonachona y alargada, lo hacían mas parecido a un artista de farándula y cine que otra cosa. Llevaba dentro de sus ademanes un orgullo natural y al parecer creía que su ancestro había pasado por castillos y palacios dorados.
La charla, conversación y el deleite de los alimentos, se acompañó con una botella de vino rojizo y un postre de uvas pasas en néctar de almíbar azulado y limón montañero. 15 minutos antes de terminar la reunión, el contertuliano recogió de la mesa, un cenicero, una cuchara de plata, una servilleta de tela bordada y un tenedor. Los guardó finamente en su maletín de cuero color negro sin ningún tipo de vergüenza. Al ver el suceso rápidamente cuestione su actitud y le dije: Abogado ¿Para que guarda en su maleta esos elementos? ¿Sabe usted que son propiedad del restaurante?... El varón en forma cínica y folclórica me respondió… ¡Amigo además de mi labor, yo soy un famoso coleccionista!
El defensor de la legalidad solicitó permiso como todo un príncipe, para ir a lavarse las manos y la boca en el esmaltado baño del lugar. Abrí el maletín sin su permiso y regresé las finas cosas y utensilios al lugar de donde se habían tomado. Los coloqué como los debía encontrar el mesero que nos atendió y no dije una sola palabra al respecto. Tome el bolso del ladrón y se lo coloqué en sus manos y no quise ser cómplice de ese robo ni participar de la fechoría del estafador. Cancelé la cuenta en el mostrador del sitio y nos despedimos, sabiendo que nos encontraríamos luego para concretar el trámite iniciado. Desde ese día no volví a contratar los servicios del raponero. Tuve que buscar una real abogada de provincia.
Es lo mismo golfear una cuchara de un negocio o de una casa de familia, que garsinar varios millones de dólares de un banco o de esos que se sisan los políticos y funcionarios deshonestos de las cajas de donde no alcanzan a llegar los dineros a los pueblos ni a las inversiones a favor de las naciones. Llamar al robo como colección es otra estafa muy cierta y causa diarrea con sangre a quien realmente busca la honestidad. Los tales coleccionistas van a misa y se confiesan con un sacerdote por lo general 3 y/ó hasta 5 veces a la semana. Todos afirman que creen en Dios y que temen ir al infierno cuando de charlas se trata. El mundo moderno esta repleto de ladrones, hurtadores, estafadores y raponeros.
Para quienes han leído el libro de la Biblia, encuentran en Éxodo 20: "15 No robes". El acto cleptómano ha disparado la alerta entre los cristianos y creyentes de todas las religiones y denominaciones conocidas y establecidas en el mundo terrenal. Se amenaza a los pueblos y a los grupos humanos con balas y grupos armados legales e ilegales para quitar las tierras que les pertenecen por heredad a las naciones y a los hombres. El cáncer del desplazamiento de los últimos años, se da con el fin de usurpar tierras, ganados, propiedades y escrituras. Es una lacra de muerte la complicidad de los gobiernos con las estafas modernas. Los jueces elaboran nuevos documentos y los hacen pasar como si existieran hace 200 años. Lamentablemente el computador se utiliza también para elaborar los falsos papeles con sus sellos y estampas hasta del más allá.
Los testigos llegan a los juzgados y dan fe con juramento incorporado afirmando que ellos estaban presentes cuando se firmó el documento original. El atraco va acompañado de mentira, engaño y trampa. “por un plato de lentejas” los hombres vendemos nuestra rectitud. No se escapan ni mujeres ni varones frente a este suceso de los últimos y oscuros tiempos. Los inmigrantes desfalcan identidades y usan documentos de otros mortales terrícolas para hacer sus fechorías. Colocan fotografías sobre pasaportes que son de otro humano a veces difunto. La dignidad de la especie humana está sometida al saqueo. La calumnia y el chisme lesionan la transparencia de la persona humana.
La falsificación de documentos es una forma elegante de expoliar la equidad. Nadie debe portar un documento que no le pertenece. Hay doctores sin diplomas en todos los países del mundo. En unos el mal es tan putrefacto que no hay autoridad para tantos juntos. Las autoridades se han dejado ganar del flagelo y participan de la fiesta y de las mismas ganancias ilícitas. Los grandes consorcios comerciales y empresariales desfalcan los impuestos al estado. Hay ricos que no cancelan sus impuestos al tesoro estatal usando fraude y doble cuenta. Las empresas asaltan el salario a los trabajadores y obreros con irrisorios sueldos de muerte. Se filtra la inocencia, castidad y virginidad de los infantes.
Los pobladores que viven en la pobreza y otros que son sinvergüenzas, sustraen los servicios de luz, gas, agua y otras necesidades primarias. Se hurta una línea telefónica para hacer llamadas a larga distancia y forman un lío con el pago. Algunas familias tienen un segundo cable conectado en forma separada a la red de la electricidad, para no pagar el real marcado del contador. Se hurta la intimidad de los humanos. Hay grupos de hombres que atracan casas, apartamentos y negocios y las limpian de sus objetos y cosas de valor. Se raptan niños y niñas y se hacen pasar como hijos propios. Hasta los escogidos y enviados para sanar toda dolencia, tristeza y congoja, se han dejado seducir por el saqueo, pillaje y rapiña.
Se despoja la mujer del amigo y del prójimo sin ningún temor. Los Maridos de las otras son rapados en serie y sin complejos. Se malversa la paz y se siembra la guerra, injusticia y muerte. Las cámaras y los elementos modernos de la técnica son usados para garfiñar la intimidad y privacidad. Hay especialistas en escamotear conversaciones telefónicas. Los cajeros automáticos están cansados de ver llegar a los ladrones con sus artimañas cancerosas. Hay tantos ejemplos que no alcanzan los libros ni las páginas para escribir cada historia. El mundo es un desastre abominable. Nos confunde traer hijos a este globo del desamor, inestabilidad y desequilibrio. Al paso que va la humanidad alguien con autoridad del santuario santo, hará un alto en el camino y presentará una fórmula divina, para no concebir y/o engendrar hijos para el desorden que vive la tierra creada.
Ante este despliegue de maldad y descomposición social que asalta la buena fe y la misma confianza, debemos recordar esta hermosa y diáfana enseñanza tomada de Mateo 5. Quien y voluntariamente lo desee, puede y debe ponerla en práctica: “17 "No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni una tilde Pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido. 19 "Por lo tanto, cualquiera que quebranta el Más pequeño de estos mandamientos y Así enseña a los hombres, Será considerado el Más pequeño en el reino de los cielos. Pero cualquiera que los cumple y los enseña, éste Será considerado grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que a menos que vuestra justicia sea mayor que la de los escribas y de los fariseos, Jamás entraréis en el reino de los cielos”.
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